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¿Te sientes “atrapado” en tu círculo familiar? ¿Sientes la necesidad de “escapar” de tu vida? ¿Te sientes culpable? ¿Cuestionas todas tus decisiones por las consecuencias que puedan tener sobre otras personas que te rodean? ¿Te da miedo hacer planes por si alguien te necesita en ese momento?

Si tu respuesta a varias de estas preguntas es sí, mi pregunta para ti sería la siguiente: ¿Crees que tu vida te pertenece?

Con el paso del tiempo, cuando crecemos, debemos ir aprendiendo a adaptarnos y a “despegarnos” del núcleo familiar. A vivir nuestra vida. Esto no quiere decir que tenga que llegar un momento en que nos despidamos de nuestra familia y no volvamos a verla nunca.

Todos sabemos que eso no es así en la mayoría de ocasiones, que lo “ideal” es que llegue un momento en que sepamos vivir nuestro día a día solos aunque tengamos el apoyo de nuestros padres para cuando lo necesitemos.  Pero sí que debemos ir aprendiendo a vivir por nuestra cuenta poco a poco, porque no vamos a estar toda la vida dependiendo de los demás para sobrevivir. El problema viene cuando los demás nos enseñan a depender de ellos.

Orden natural de la vida

Aunque hay ciertas especies en el reino animal que pueden sobrevivir solas desde el minuto uno y no necesitan la ayuda de nadie, ese no es nuestro caso. El ser humano  al nacer no puede valerse por sí mismo. Sin la ayuda de las personas que nos rodean no podríamos salir adelante.

En la gran mayoría de ocasiones son nuestros padres los que nos proporcionan todo lo que necesitamos en la vida, bien sea comida, ropa, un hogar, cariño, etc. Esto suele ser así durante bastantes años, no siendo en todos los casos la misma edad en la que uno suele independizarse.

Conforme pasa el tiempo aún necesitamos más cosas y son ellos los que continúan proporcionándonoslas. Además de que vamos sabiendo lo que es tener caprichos y querer conseguirlos, los cuales también corren por cuenta de “los papis”. Una bici nueva, una Nintendo, clases de baile, un perro… y así una lista infinita.

Es cierto que, en un comienzo, todo lo que nos proporcionan es necesario pero conforme avanzamos en el tiempo y nos hacemos mayores podrían pasar dos cosas:

  • Que tengas unos padres que piensen que en la vida hay que esforzarse para conseguir lo que uno de verdad quiere y por tanto intenten buscar métodos por los que ir “dejando espacio” a los hijos y la forma de que ellos consigan sus metas y objetivos. Como por ejemplo ponerles una paga con la que podrán pagarse sus caprichos y no pedir dinero a parte; ofrecer recompensas pero a cambio de ciertas tareas como ayudar en casa, etc.
  • O que tengas unos padres que piensen que su labor en la vida es proteger a sus hijos y que no les falte de nada. O lo que también se oye mucho. “No quiero que mi hijo pase por lo que yo tuve que pasar”. Y a cambio de que los hijos no pasen por ningún tipo de sufrimiento, por mínimo que sea, concederle todo lo que pida y cuando lo pida.

 

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Cuando somos pequeños creemos, o mejor dicho nos hacen creer, que nuestros padres son y serán la solución a todos nuestros problemas en la vida. Que nuestros abuelos son esas personas que nos mimarán siempre y nos protegerán de las cosas malas.

Que ellos siempre están ahí, protegiéndonos, cuidándonos, ayudándonos en todo lo que sea posible. Son nuestros héroes y heroínas de película, los que estarán siempre que les necesitemos. Lo que no nos dicen es que en ocasiones lo hacen porque son ellos los que nos necesitan a nosotros.

A veces  nuestros familiares, en la mayoría de casos sin darse cuenta, crean en nosotros cierta dependencia familiar. Puede ser una dependencia a penas imperceptible y que no nos influye demasiado  a corto plazo pero, en ocasiones, esto puede llegar a ser desadaptativo para nosotros.

Es frecuente encontrarse con dos tipos de dependencia:

  • De los hijos hacia los padres.
  • De los padres hacia los hijos.

Dependencia de hijos a padres

La dependencia de los hijos hacia los padres es la que más en cuenta suele tenerse. Todo el mundo habla de la generación NI-NI, que son los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Pero… ¿Quién es realmente el responsable de esto? ¿Es el hijo? ¿Son los padres? ¿Es la sociedad? ¿O todos hemos colaborado en ello?

Diría que cada caso es diferente y que depende mucho de la persona, pero sí creo que actualmente los padres mantienen mucho a sus hijos “bajo sus alas” demostrando además poca preocupación e incluso agradecimiento por tenerlos juntos a ellos, por lo que a esos jóvenes, en general, no les entra prisa por labrarse un futuro. Y así se va creando un círculo en el que muchos jóvenes no saben enfrentarse a un problema solos cuando les sucede, o enfrentarse a los cambios, a nuevas situaciones, incluso a veces a relacionarse con la gente.

Dependencia de padres a hijos

Y luego está la dependencia que tienen muchos hijos hacia sus padres que, vista bien de cerca, es una dependencia “creada” por los padres y en la cual, profundizando, se puede observar que es todo lo contrario, que son los padres los que tienen miedo de quedarse sin sus hijos.

Este no es un tema del que se hable mucho actualmente, pero existe más de lo que nos pensamos. Muchos jóvenes se sienten “atados” en cierta forma a sus padres u otros familiares llegando a extremos que no nos imaginamos. Por ejemplo:

  • No salir un día de casa porque tu madre se quede sola. (En repetidas ocasiones)
  • Ir a misa con tu abuela porque siempre lo has hecho y ahora te sabe mal decir que no te apetece ir.
  • Irte de viaje con tus padres aunque en realidad te gustaría irte con tus amigos.
  • Tener una hora establecida para visitar un familiar y no quedar nunca a esa hora con amigos por no decir que No a la otra persona.

Y así muchos ejemplos más.

Aprender a quererse

Está muy bien querer ser “buena persona”, ser un buen amigo, estar ahí cuando nuestros amig@s nos necesiten,… pero mi pregunta sería: ¿Estás ahí para ti cuando te necesitas?

 

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Algo que seguro habréis oído y que es totalmente cierto es la frase: “para ayudar a los demás primero tienes que ayudarte a ti mismo”. Yo no la entiendo desde un punto de vista egoísta donde en primer lugar siempre vas tú, sino que hay que saber ver el término medio. Pongamos un ejemplo:

Te despiertas una mañana de invierno y te encuentras muy mal. Tienes fiebre, no puedes ni levantarte de la cama y decides no ir al trabajo. Avisas de tu estado justificando por qué vas a faltar, aún sabiendo que cada día que faltas te restan en tu salario lo proporcional a ese día. Al cabo de 2 horas te llama tu madre pidiéndote un favor enorme, llegándote a decir incluso “si me haces este favor me salvas la vida de verdad”, usando por si no lo sabíais el CHANTAJE EMOCIONAL.

Te debates entre ayudarla o no, pero claro, es tu madre y no quieres fallarle. No quieres fallarle porque a ti no te gustaría que te lo hicieran y porque “sabes” que si necesitases tú el favor segurísimo que ella lo haría por ti. Así que le dices que sí y te levantas a pesar de tu estado de salud. Te vistes y sales a la calle.

Después de un rato vuelves y la llamas notificándole que ya lo has hecho. Y por supuesto que ella te está totalmente agradecida pero tú has cogido más frío y en la tarde te encuentras peor, mucho peor. Por lo que finalmente en lugar de faltar un día al trabajo se convertirán en 3 porque ya no puedes ni levantarte de la cama.

Esto hará que tu sueldo baje considerablemente por lo que no podrás comprarte el ordenador que llevas 3 semanas esperando para comprarte y con el que habrías podido hablar más a menudo por skype con tu novio que vive a mucha distancia de ti, sabiendo que eso te hace sentir genial y estar de muy buen humor.

Analicemos la situación: Por un lado pensarás que has hecho bien en hacerlo porque el día que lo necesites tu madre estará ahí para ti. Pero para un momento a observar tu pensamiento. Creo que podríamos ver tres puntos:

  1. Que estés haciendo esto porque esperas que algún día cuando necesites a tu madre estará ahí para ti. ¿Hay algo que te garantice que eso pasará? No podemos pasarnos la vida esperando algo de los demás, porque no depende de nosotros que se cumpla lo que esperamos, por lo que si sucede estaremos contentos, sí. Pero si no sucede lo que esperamos y la otra persona no reacciona como queremos tampoco tendremos derecho a decir nada, porque hemos sido nosotros mismos los que nos habíamos formado una idea preconcebida.
  2. Otra cosa que podría pasar es que en realidad no esperabas un favor a cambio por parte de tu madre. Pero sí que tuvieses miedo porque siempre has estado ahí para ella y si una vez no cumples temes que esa persona deje de tenerte en cuenta de ahí en adelante. Y puede surgir el miedo porque necesitemos sentirnos necesitados por esa persona.
  3. Y por último puede ser que de verdad lo hayas hecho como un favor altruista y que en realidad no esperases nada a cambio.

El punto 3 no suele ser el más “seleccionado”. Lo cierto es que la mayoría de personas se basan en los dos primeros puntos. O bien hacemos las cosas para que nos deban un favor o por lo menos unas palabras de agradecimiento con lo que ya nos sentimos “pagados”; o que seamos nosotros los que tengamos miedo de que esa persona ya no nos necesite, pensamiento que nos cuesta mucho de asimilar.

Para terminar…

En varias ocasiones los jóvenes, o incluso no tan jóvenes, se ven atrapados entre el deber y el querer. Y esto es así porque durante nuestra vida nos han enseñado que debemos “CUMPLIR” con la familia, amigos,… que cuando alguien nos necesita debemos estar ahí con ellos, que si alguien nos pide un favor lo normal es ayudarle a conseguirlo cueste lo que nos cueste, y así con muchos temas y personas.

Lo que no nos enseñan es que:

Hay alguien súper importante en nuestra vida, al que de verdad deberíamos aprender a escuchar y cuidar porque vamos a pasar TODA nuestra vida con esa persona. Y esa persona soy YO.

Si lo necesitas, puedes pedirnos una cita aquí:

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