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Cuando hablamos de resiliencia solemos pensar en hechos traumáticos que nos cambian la vida o crean un punto de inflexión. Como por ejemplo perder a un ser querido o haber sufrido un accidente o agresión. Sin embargo, no podemos olvidar que todos nos enfrentamos a situaciones negativas o adversas en nuestro día a día.

¿Qué es ser resiliente?

Se suele creer que la resiliencia es una capacidad innata, que surge en el momento adecuado y de forma espontánea cuando se pasa por una situación adversa.

Siento decirte que esto no es así. La resiliencia no es un rasgo de personalidad ni se nace con ella. Más bien, es una habilidad que se puede desarrollar y como cualquier habilidad, para desarrollarla es necesario tener un buen aprendizaje y mucha práctica. Es decir, coger el hábito de ser resiliente y mantenerlo.

La buena noticia es que no empezamos de cero en esta habilidad, sino que tenemos una base de esa resiliencia. El hecho de que tengamos una tendencia a ser resilientes, no significa que lo seremos sino lo trabajamos.

De hecho, a lo largo de la vida podemos aprender determinados patrones de pensamiento y comportamientos que son contrarios a esta capacidad. Como pueden ser los pensamientos negativos y la mala gestión de nuestras emociones. Éstos, pueden acumularse y derivar en un trastorno de ansiedad o en una depresión.

En resumen, la capacidad de ser resiliente implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. Para ello, vamos a ver algunos hábitos que ayudarán a adoptar una aptitud resiliente ante los acontecimientos negativos que te sucedan:

1. Conocer nuestras limitaciones y apoyarnos en nuestras fortalezas

La clave para afrontar las dificultades que nos ocurren, es tener un conocimiento adecuado de ti mismo/a. Saber cuáles son nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles para potenciar los primeros y mejorar los segundos.

Es imprescindible saber que nuestro bienestar depende de nuestra capacidad de cuidar de nosotros mismos.

2. Aprender a vivir en el “aquí y ahora”

Una clave para ser resiliente es aprender a aplicar en el día a día una conciencia plena y abierta.

  • Vivir en el presente para disfrutar de lo que tenemos ahora, sin prestar atención al dolor del pasado o la incertidumbre del futuro.
  • Lo que sientes, ves y te envuelve ahora es lo que cuenta y por lo que te tienes que guiar.

3. Saber gestionar nuestras emociones

Normalmente, diferenciamos entre emociones positivas y negativas, pero en realidad, las emociones no son negativas ni positivas. Todas son necesarias en su justa medida. Cuando alargamos una emoción (sea positiva o negativa), se acaba acumulando y nos hace daño.  Es fundamental para ser resiliente, aprender a gestionar las emociones ya que son un pilar fundamental para una vida plena.

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4. Ser perseverantes en nuestros propósitos

 Saber enfocarnos en nuestros objetivos, sueños o metas nos ayuda a ser más resiliente. La calve está en confiar en nosotros mismos, tener perseverancia, paciencia y realizar las acciones necesarias para lograr lo que nos propongamos.

5. No intentar controlar las situaciones

Normalmente, nos gusta controlar todos los aspectos que tienen que ver  con nuestra vida porque así nos sentimos más seguros. Por ello, cuando algo se nos escapa de las manos nos invaden las emociones como el miedo, la inseguridad y el sentimiento de culpa.

Para ser resiliente, hay que comprender que no es posible controlarlo todo siempre y que hay momentos en los que se debe aceptar la situación tal y como es.

6. Asumir los cambios como parte de la vida

La transformación, el cambio, forma parte de nuestra vida. Hasta que no aceptemos esto, no podremos avanzar. Desde que nacemos, evolucionamos y cambiamos y eso forma parte de nuestra experiencia y vida.

7. Ser más creativos

Cuando usamos nuestra creatividad, podemos ampliar nuestro campo de visión y ser más optimistas, disfrutando de lo que tenemos. Ser creativo forma parte de la persona resiliente.

8. Trabajar y mejorar la autoestima

Nuestro nivel de autoestima determina nuestra actitud, cómo nos sentimos, cómo afrontamos nuestros proyectos y/o problemas .

La autoestima hay que fortalecerla día a día, confiar en uno mismo y cuidar nuestro diálogo interno.

9. Aprender a aceptar

Cuando una situación que nos ha hecho daño no es procesada adecuadamente a nivel emocional, nos continuará haciendo daño. Por eso, las personas resilientes notan el dolor pero no lo niegan ni intentan reprimirlo, sino que lo aceptan. Se debe reflexionar sobre las experiencias negativas para aceptarlas y poder pasar página más rápidamente.

10. Ser flexibles

Para ser una persona resiliente hay que ser muy flexibles ante los cambios. Saber adaptar nuestros planes a las nuevas circunstancias y no aferrarnos al pasado o al rumbo que teníamos establecido.,

11. Sacar lo positivo de cada situación

Hay que tener en cuenta que las situaciones no son completamente positivas o negativas, por lo que hay que esforzarse por encontrar los aspectos positivos, incluso en medio de la adversidad. Siempre que podamos, debemos encontrar el aprendizaje aún cuando la situación no es la que esperábamos.

habitos-resiliente-blog un pedacito de psicología

12. Usar el humor para empoderarse

Usar el humor de forma natural nos ayuda a librarnos del peso del estrés. Sin embargo, no se busca con esta actitud burlarse de los demás. Es un sentido del humor inteligente y crítico, no pretende restarle importancia a la situación, sino tan solo desdramatizar y liberar las emociones negativas.

Para finalizar, me gustaría decirte que, puedes lograr todo lo que te propongas si luchas y trabajas por alcanzarlo. Conseguir ser una persona resiliente está al alcance de todos, tú decides si desarrollas esta habilidad o no.

Para cualquier duda o consulta, puedes ponerte en contacto con nosotras o puedes seguirnos en Facebook o Twitter para mantenerte informad@ de todas las novedades.

Lorena Honrubia

“Desde que tengo uso de razón, me he dedicado a la ayuda de las personas que lo necesitaban, dentro de mis capacidades, tanto a personas de mi entorno como a desconocidas. Esto fue lo que me impulsó a dedicarme a la psicología. Para mí ha sido una gran satisfacción poder convertir esa vocación en mi profesión. "

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