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Seguramente si te paras a pensar en tus defectos, te sentirás incómodo/a y si pudieras los eliminarías de tu vida. Pero, ¿por qué a esa característica la consideras defecto? ¿Se puede aprender a aceptar mis defectos? Descubre cómo hacerlo a través de estos consejos.

La sociedad nos ha hecho creer que debemos ser perfectos o que nuestros defectos hay que ocultarlos. Si alguien es diferente o destaca, se le tacha por ello y se le ridiculiza. Y esto puede llegar a acomplejarnos y sentirnos mal con nosotros mismos.

Lo malo de los defectos es que tendemos a centrarnos en ellos, le damos demasiada importancia y nos ninguneamos a nosotros mismos.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que haya personas que se obsesionen con sus defectos y otras no?

La seguridad y la autoestima de uno/a mismo/a.

 

¿Qué se considera un defecto?

Los defectos son aquellas cualidades que no nos gustan de nosotros mismos o que nos bloquean o avergüenzan. También se refiere a las actitudes o comportamientos que resultan incómodos, desagradables y afectan a los que nos rodean y/o a nosotros mismos.

Todos tenemos un listado de defectos que podríamos mencionar si nos preguntasen. El problema no es tenerlos, sino saber qué hacer con ellos.

Y muchas veces, el mayor problema con el que nos encontramos es creer que nuestros defectos están por encima de nuestras virtudes si los ponemos en balanza.

Si queremos disfrutar de una buena autoestima, tenemos que aprender a aceptar tanto nuestras cualidades positivas o como las negativas, es decir, nuestras virtudes y nuestros defectos.

En muchas ocasiones, las personas sufren por sus defectos ya que creen que éstos harán que los demás los rechacen.

Tipos de defectos.

Existen diferentes tipos de defectos o cualidades negativas de una persona. Los podemos clasificar en:

  • Físico.

La apariencia física nos importa mucho, es lo primero que vemos. Es por ello, que un defecto físico que se vea a simple vista puede acomplejarnos mucho. Hasta el punto de mermar nuestra seguridad y nuestra autoestima.

Consideramos que todo el mundo nos lo ve y nos va a juzgar por ello.  Hay veces que pensamos que es más grande o visible de lo que realmente es. Y en la mayoría de las ocasiones, lo intentamos ocultar o camuflar.

  • Moral/Social.

Hacen referencia al carácter y comportamiento de las personas y cómo se relacionan con otras. Ser cruel o descortés se considera un defecto en una persona.

Estas actitudes resultan desagradables e incómodas, y de una u otra manera afectan a quienes nos rodean e incluso a nosotros mismos.

  • Intelectual.

Sentirse inferior o con menos capacidad en algún aspecto cognitivo. Por ejemplo, el no haber podido completar tus estudios y sentir complejo respecto a otros que sí.

No son defectos visibles, pero sí repercuten en nuestra autoestima y en cómo nos sentimos.

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¿Qué puedo hacer para aceptar mis defectos?

El principal problema que solemos tener es que ponemos la atención únicamente en nuestras cualidades negativas y creemos que éstas nos definen.

Para aprender a aceptar nuestros defectos, no sólo debemos enfocarnos en nuestras virtudes, sino que además tenemos que trabajar en ellos.

  1. Identifica tus defectos.

Para poder aceptar o cambiar algo. Lo primero es identificarlo. Te propongo que elabores una lista con los que consideras tus defectos y destaques aquellos que consideres más significativos.

Ahora ves uno a uno e indaga sobre ese defecto: ¿Por qué lo consideras un defecto? ¿alguien te dijo que lo era? ¿Podrías mejorarlo de alguna forma?

  1. Cambiar tus defectos.

Si al analizar esa cualidad negativa crees que se puede cambiar, busca la manera de hacerlo.  El objetivo con esto no es ser perfecto, sino hacer que tus defectos no influyan en tu autoestima ni en tu estado de ánimo.

Si algo lo puedes cambiar, no esperes a hacerlo. Sal de ese bucle de pereza y pena por ti mismo/a. Si te sobran unos kilos y te gustaría perderlos por tu salud, ve a unos profesionales adecuados que te ayuden a conseguirlo; si crees que necesitas cultivar tu mente, lee libros o apúntate a cursos de tu interés.

  1. No te compares.

Esto se nos da muy bien y no nos comparamos para salir ganando (en todo hay excepciones). De normal, nos comparamos para perder. A esto se le llama comparación selectiva.

Nos solemos comparar con quien es mejor que nosotros en algo. No somos realistas. En cualquier cosa en la que te compares, seguro habrá gente por encima pero también por abajo. Pero sólo nos quedamos con la primera parte de la ecuación y eso hace que tengamos unas emociones negativas hacia nosotros mismos que, a su vez, influye en nuestra autoestima.

  1. Aceptar nuestros defectos.

En caso de no poder cambiar nuestra cualidad negativa, es momento de aceptarla.  Ya sean defectos físicos o emocionales.

Puedes sacarle también provecho y buscar su lado positivo (que lo tiene). Por ejemplo, si a mí siempre me han considerado una persona muy cabezona (terca) puedo ver su lado positivo al pensar que esa cualidad la puedo utilizar para conseguir lo que me proponga.

Además, una vez aceptes tus defectos, nadie podrá usarlos para hacerte daño.

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  1. Valora tus virtudes.

Ahora debes reforzar el otro lado de la balanza. Empezar a valorar tus virtudes o cualidades positivas. Y funciona exactamente igual que los defectos. Primero identificarlos (lo puedes escribir en una lista) y luego analizarlos para integrarlos.

Puedes preguntar también a tu entorno para ver si coinciden las virtudes que ellos te ven con las que te ves tú.

También puedes anotar cada día las cosas que vas haciendo bien o consideras buenas para ti.  No importa si es pequeña o crees que es corriente. Es tan válida como cualquier otra, dale su lugar.

Muchas veces, nos enfocamos tanto en los defectos que nuestras fortalezas quedan a un lado. Si tienes una imagen completa de ti mismo/a, podrás adoptar una perspectiva más equilibrada de ti.

  1. Quiérete antes de mejorarte.

Mejorarnos a nosotros mismos es productivo, pero primero debes quererte en el estado en el que te encuentres. De lo contrario, puede ser perjudicial para ti ya que partes de una base poco sana. Y sobre algo en “mal estado”, no se puede construir algo firme y permanente.

Reconoce primero tu valor como persona y después añádele las mejoras. Piensa que somos como una flor, que debemos sembrar, regar y podar para que madure y crezca.

  1. Trabaja el perdonarte.

Por mucho que lo intentes y por más sentimientos de culpa, vergüenza o rabia que tengas, no vas a poder cambiar el pasado. Por tanto, debes dejar de darle vueltas a los errores que hayas cometido, sea por una decisión mal tomada o una forma determinada de actuar.

Lo único que puedes hacer con el pasado, es aprender de esos errores para no volver a cometerlos, o al menos intentarlo.  Debes de ser igual de compasivo que si fuera una persona externa a ti y a la que quieres. ¿Le perdonarías? ¿Y por qué a ti no?

 

¿Por qué debemos aceptar nuestros defectos?

Lo que nos caracteriza como seres humanos es que somos seres emocionales, pero pensantes a la vez. Para bien o para mal, las emociones juegan un papel importante en nuestras vidas debemos entenderlas si queremos llegar a aceptarnos y querernos nosotros mismos.

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Tanto los defectos como nuestras fortalezas hay que trabajarlos. Si no se trabaja en su aceptación o en su mejora, nos puede llevar a estas consecuencias:

  • Baja autoestima.

Tener una baja autoestima nos puede perjudicar en muchos aspectos de nuestra vida. Y una de las causas es precisamente, no aceptarse tal y como eres y no valorarte en conjunto sino por tus cualidades negativas en concreto.

Puede que hayas evolucionado respecto a tu autoestima en unas áreas de tu vida más que en otras. Por ejemplo, puedes tener muy buena autoestima en el trabajo, sin embargo, a la hora de buscar pareja no te sientas bien contigo mismo/a.

Debes analizar dónde está el problema y mejorar tu autoestima.

  • Inseguridad. 

La inseguridad va muy de la mano de la autoestima. Si no te quieres o valoras lo suficiente en un punto de tu vida, esa inseguridad se hará patente y te mostrará todos los miedos que tienes respecto a ese tema. Y con ello, puedes sentirte vulnerable. Los defectos forman parte de nuestra naturaleza imperfecta. Tratar de cambiar para ser perfectos nos va a generar frustración.

Para estar en equilibrio, debemos hacer que nuestras virtudes o fortalezas tengan la misma importancia y fuerza (o más) que nuestros defectos.

  • Sentimiento de inferioridad.

Esto viene provocado por que lo comentábamos antes: compararnos con los demás para salir perdiendo. Visto así parece de masoquistas, ¿verdad?

Pues es lo que solemos hacer habitualmente, pero lo tenemos tan interiorizado que apenas nos damos cuenta de ello. Sin embargo, el sentimiento que provoca sí lo sentimos y sus consecuencias.

«Háblate a ti mismo como lo harías con alguien a quien amas profundamente».

Brené Brown.

Aceptarnos es la clave.

Aceptar nuestros defectos puede ser una tarea compleja, sin embargo, es una labor muy necesaria para poder crecer y sentirnos seguros.

Si queremos tener una buena autoestima y seguridad en nosotros mismos, hay que salir de ese círculo vicioso que has creado. Está claro que no lo creas de la nada y que nuestro entorno ha ayudado a que eso sea así.

Ten en cuenta que, si tú no te aceptas, te quieres y te valoras con lo que tienes y lo que no, tu autoestima será baja. Y eso te afectará en todos los aspectos de tu vida.

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Muchas veces, nosotros somos nuestro peor enemigo: nos hablamos y nos tratamos mal y luego pretendemos que eso no nos influya en nuestras capacidades o nuestro estado de ánimo. Imagínate, hablarle así a un niño pequeño todos los días. ¿Cómo se sentiría? ¿Cómo actuaría frente a los demás?

Pues así te sientes tú. Y te pregunto: ¿Para qué te hablas y te tratas así?

Es el momento de cambiar eso, sal de ese círculo vicioso y empieza a aceptar tus cualidades positivas y negativas. Solo así, podrás seguir creciendo y conseguir aquello que te propongas.

Puedes contarnos tu experiencia en los comentarios de abajo y ayudar así a otros que están en tu misma situación.

Lorena Honrubia

“Desde que tengo uso de razón, me he dedicado a la ayuda de las personas que lo necesitaban, dentro de mis capacidades, tanto a personas de mi entorno como a desconocidas. Esto fue lo que me impulsó a dedicarme a la psicología. Para mí ha sido una gran satisfacción poder convertir esa vocación en mi profesión. "

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