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ogo-blog-un-pedacito-de-psicologia“Si ya discutes con tu pareja… malo”, ese es uno de los comentarios que suelen surgir cuando hablamos en nuestro entorno sobre discusiones de pareja.

Tenemos un temor (e incluso pánico) por llegar a discutir con nuestra pareja por miedo a que eso signifique que las cosas dejen de ir bien y avocarse a la ruptura, pero ¿podemos discutir con nuestra pareja y que sea algo positivo?

Perdamos el miedo a las discusiones de pareja y aprendamos a hacerlo bien.

¿Es normal tener discusiones de pareja?

La respuesta es un claro SÍ, es normal. ¿Qué hay parejas que nunca discuten? También, pero al igual que las hay que discuten en todo momento. Existen tantas parejas como diferentes personas que las conforman.

Es más, es raro que una pareja no discuta, por muy feliz que sea, pero ya no porque estemos hablando de parejas, sino porque son dos personas diferentes. De hecho, nos encantaba la emisión de la serie «Escenas de matrimonio» porque nos veíamos identificados con muchas de las situaciones que se daban. Discutir es totalmente normal.

Situémonos: tenemos a dos personas que se han criado de forma diferente, probablemente en circunstancias muy diferentes, con diversos gustos y carácteres, con vivencias propias y características individuales. Si hay dos personas distintas, lo más probable es que hayan dos puntos de vista distintos (más o menos parecidos).

Tenemos que ser conscientes de que, por mucho que amemos, nos parezcamos o compartamos gustos y vida con el/la otro/a, no somos al 100% iguales. Incluso los gemelos monocigóticos (idénticos) no son completamente iguales en cuanto a carácter y personalidad, aunque se hayan criado en el mismo ambiente y tengan la misma imagen externa.

Podemos parecernos, podemos compartir ideas, valores y creencias, pero no somos iguales y, por lo tanto, habrán cosas en las que discrepemos y no estemos de acuerdo.

¿Significa eso que hay necesidad de discutir y enfadarse? La respuesta es no. Podemos tener nuestras diferencias y no acabar gritando e imponiendo nuestra opinión al otro. Más adelante hablaremos sobre cómo hacerlo.

¿Por qué le tenemos tanto miedo a las discusiones de pareja?

Es un miedo recurrente el tener discusiones de pareja, ¿por qué? Porque al discutir afloran emociones desagradables que creemos que acabarán en desamor o ruptura, en cansancio o rechazo por parte del otro/a y abandono posterior.

Discutir no implica no querer o que se acabó el amor. Seguro que alguna vez hemos peleado con nuestros hermanos, nuestros padres o nuestros amigos y no por ello nos hemos dejado de hablar con ellos de por vida.

¿Qué pasa? Que cuando discutimos con un/a hermano/a no tenemos ese miedo a perderle porque socialmente se nos ha enseñado que es familia y la familia estará ahí siempre (falso mito) y si es con un/a amigo/a que, o bien tenemos otros/a  o no le damos  la misma importancia.

Se nos ha metido con calzador la idea de que estar solos (solteros) es algo terrible y que simboliza el fracaso en la vida: la soledad significa una vida y una muerte triste. Ese es el motivo por el que tememos mucho más perder a nuestra pareja que a cualquier otra persona de nuestro entorno. Por suerte esta concepción de la soltería está diluyéndose y no se aprecia con el mismo tinte de desgracia.

Volviendo a atrás, la convivencia y el vivir experiencias hace que hayan roces, la diferencia es cómo manejamos esos momentos de discrepancia.

¿Qué ocurre cuando tenemos miedo a las discusiones de pareja?

Fácil: evitamos las discusiones. Hasta aquí puede parecer la mejor de las ideas, pero ¿qué pasa cuando se suman motivos de discusión? Bomba nuclear. Sí: explotamos.

Callarnos las cosas (que realmente nos duelen) quitándoles importancia (que sí la tienen) y conformándose, lo único que hace es que, con el tiempo, la persona que ha elegido ser sumisa o pasiva acabe siendo agresiva. Será en esos momentos en los que el/la otro/a no entenderá como algo nimio que ha provocado la riña acaba siendo un hecatombe.

Con cada cesión o cada vez que nos guardamos algo que nos molesta o duele supone una gota dentro de un vaso que, al principio no supondrá ningún problema para controlar, pero que se irán sumando hasta desbordar el vaso.

Por esta razón, si algo realmente nos duele o nos ha molestado en la pareja, lo más sano es comentarlo al otro/la otra, porque si nos lo callamos, de una forma u otra llegaremos al motivo por el cual lo evitamos, pero de una forma todavía peor a la imaginada en un principio.

Si no lo hablamos porque tenemos la certeza de que el otro no nos va a escuchar (porque ya lo hemos experimentado en varias ocasiones en el pasado), entonces estamos refiriéndonos a una pareja donde existe dominancia por una de las partes que suprime los derechos del otro/la otra, por lo tanto, una pareja que no es sana.

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¿Cuáles son los principales motivos de discusión de pareja?

Podemos discutir desde qué destino tomar para las vacaciones hasta por infidelidades. Los motivos de discusión pueden ser muy diversos, pero los principales son:

  • Infidelidades y/o mentiras: engañar o mentir a nuestra pareja, ya sea real o suposiciones es sin duda uno de los motivos por los que se producen más rupturas. Entendemos que en una pareja existe la confianza y, cuando se rompe, es muy complicado volver a recuperarla. Te hablamos de las mentiras en la pareja en este otro artículo.
  • Celos: cuando tememos que nuestra pareja le dedique más atención a cualquier otra cosa, asunto o persona que no seamos nosotros/as, saltarán los reproches.
  • Dinero: cuando el dinero es algo común, puede ser motivo de discusión. En qué gastarlo, si es un despilfarro o quién gasta más que el otro/la otra puede ocasionar encontronazos.
  • Desorden y limpieza: muchas parejas no se ponen de acuerdo a la hora del reparto de tareas del hogar, además, si tenemos pequeñas manías y el otro/la otra no las cumple como nos gustaría, también nos podremos sentir molestos.
  • Familia política: la familia de la pareja puede ser un foco principal de discusión. Cuando ocurren encontronazos con la familia del otro/la otra ponemos entre la espada y la pared a nuestra pareja, cosa que puede llegar a ser muy agobiante. Además, aunque no sean familia directa hay que convivir con ellos, por lo que las molestias pueden ser cada vez más grandes.
  • Educación de los hijos: si se nos ha criado de forma diferente, a la hora de practicar con nuestros propios hijos puede ser una locura, pues cada padre, a su manera, cree que está ofreciendo la mejor educación para ellos y no siempre coinciden. Tener diferentes formas y pautas de crianza no solo supone un problema en la pareja, sino también a nivel familiar con sus hijos.
  • Sexo: cuando hablamos de discusiones en el sexo, nos podemos referir tanto a la cantidad como a la calidad de los encuentros sexuales. Monotonía o falta de libido son las principales

¿Cómo tener discusiones de pareja sanas?

A la hora de buscar soluciones a las discusiones de pareja, hay que tener en cuenta dos cosas principalmente: el momento de esa discusión y la personalidad de cada miembro de la pareja.

Como bien hemos dicho, no somos personas iguales, por lo tanto puede que no reaccionemos igual a las situaciones tensas o que no reaccionemos igual en todas las situaciones tensas (depende del día que hayamos llevado, según interpretemos la situación, si ya hemos discutido antes por este tema, si guardamos rencor por algún asunto no solucionado,…).

A veces, unos necesitan calmarse para hablar bien y poder estar receptivos y otros quieren solucionar el problema en ese mismo momento. Puede que se dé que ambos estén receptivos a hablar del desencadenante de la discusión en ese instante, pero no siempre suele ser así.

Durante una discusión, nuestro nivel de ira puede crecer tanto, que no podemos entrar en razón de ninguna de las formas. ¿Quiere decir que ya no podemos hablar ni arreglar las cosas? No. Significa que no es el momento de hablar de ello.

¿Qué podemos hacer? Esperar a estar ambos calmados y sin estar a la defensiva.

Caemos muchas veces en el error de considerar a nuestra pareja como nuestro enemigo que nos quiere hacer daño e intentamos sobrevivir poniéndonos más a la defensiva, cosa que hace que el otro (aunque no estaba predispuesto a hacerlo) acabe reaccionando de esa forma predicha.

Mi consejo es que, para discutir de una forma “sana” y llegar a un entendimiento, se den las siguientes circunstancias:

  • Estar en un estado de ánimo neutro, no exaltado ni rabioso. Si hay necesidad, darnos un “tiempo fuera” hasta que ambos estemos calmados. Es importante entender que, como ya hemos dicho, no todos somos iguales y, porque alguien necesite más tiempo para serenarse o estar receptivo a escuchar y hablar, no por ello es peor.
  • No estar a la defensiva. Si creemos o suponemos que el otro actúa o dice algo para dañarnos, mejor preguntar si nuestras sospechas son ciertas, no darlo por hecho. Es tu pareja, no tu enemigo/a. Si realmente ves al otro como tu rival, quizá debas replantearte que algo no marcha bien
  • Ser asertivos. Saber que tengo tanto derecho a dar mi opinión como mi pareja, sin menospreciar su punto de vista. Compartir puntos de vista diferentes puede ser algo enriquecedor.
  • Si tenemos dudas o preguntas, mejor preguntar. Como les digo a las parejas que viene a nuestra consulta: “menos suponer y más preguntar”. A veces creeremos que las cosas son de una forma y no lo son, mejor hablarlo con tu pareja y así salir de dudas.
  • Respetar la existencia de diferentes puntos de vista y no creer que contamos con la única verdad absoluta. La verdad con la que contamos es “nuestra verdad”, que no tiene por qué ser cierta, sino algo subjetivo.
  • Ser flexibles. Hay que intentar ser un poco laxos y flexibles con las situaciones. Negociar y llegar a un punto medio. Hay diferentes formas de ceder, eso sí, hacerlo a partes iguales. Podemos caer en el error de ceder siempre una parte para que no haya discusiones, como ya hemos dicho, pero eso solo hará que lo tomemos como una injusticia y acumule rencor.
  • Hablar del problema cara a cara, en persona. Olvidarnos del teléfono o del WhatsApp, pues se pueden malinterpretar las situaciones al no contar con la comunicación no verbal (que es casi más importante y da más información que la verbal).
  • No faltarnos al respeto. No descalificarnos ni humillarnos, pues eso no va a ayudar en absoluto a solucionar los problemas. Bajo ningún concepto dañaremos al otro/la otra (de ninguna de las formas) o sus cosas.

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Otras soluciones a discusiones de pareja

Te ofrezco soluciones específicas a 3 casos de discusiones de pareja, para que te sea más fácil adaptar los anteriores consejos:

  • Dinero: para evitar discusiones con respecto al dinero, quizá sea bueno tener una contabilidad común y una individual. Podemos tener una cuenta de ambos, para gastos de pareja, y tener la propia para gastos o caprichos individuales en la que cada uno decide cómo administrar su dinero. De esta forma, solamente nos concierne el dinero común.

 

  • Sexo: es posible que nos encontremos ante un caso en la que cada miembro de la pareja tenga necesidades sexuales diferentes en cuanto a la cantidad de sexo (frecuencia). Obviamente, una pareja con ritmos sexuales similares tendrán una mayor satisfacción que una que los tenga dispares.

Muchos factores como el cansancio, el estrés, las preocupaciones, el tener que madrugar, tener hijos, el pudor, el malestar físico, etc, pueden hacer mella en la cantidad de encuentros sexuales y en las ganas de mantenerlos.

En casos en los que se centre más en la frecuencia, y esto sea fuente de conflicto, tendríamos que reenfocar nuestro objetivo. En otras palabras, en vez de pensar en cuantas veces tenemos sexo a la semana, pensar en cómo queremos que sean esos encuentros, es decir, centrarnos en la calidad.

¿Que solo podemos/queremos tener sexo 2-3 veces a la semana? Que sean algo diferentes (podemos probar cosas nuevas), que nos tomemos nuestro tiempo al realizarlo y no hayan prisas ni factores que nos impidan disfrutarlo.

Hay que pensar que el sexo, además de ser el disfrute para uno mismo, también es el disfrute en pareja. Si a mi pareja no le apetece tener sexo con tanta frecuencia, ser conscientes de que la calidad de los encuentros se deteriorará puesto que lo hará a desgana. Mejor si apetece a ambos.

Lo primordial es que se comunique el malestar al otro, pero sin reproches, expresando la disconformidad y las necesidades, para llegar a un punto en común.

 

  • Tiempo con tecnología: al igual que comentábamos del sexo, es cuestión de comunicarlo. Más que centrarnos solamente en lo que nos gustaría (“Quiero que dejes el móvil, no me estás haciendo caso”, por ejemplo), incluir el motivo por el cual lo queremos (“Me gustaría pasar más tiempo contigo sin distracciones para disfrutar el uno del otro, ¿te parece si dejamos los móviles un rato y hacemos algo juntos?”).

Si exigimos esa atención, no vamos a conseguir el efecto deseado, aunque los motivos sí sean buenos, pues estaremos obligando al otro a hacer algo. En cambio, desde otra perspectiva, invitamos al otro a conocer nuestros deseos y a buscar una solución que beneficie a ambos. Podríamos proponer, después de conversarlo con nuestra pareja, el llegar al acuerdo de apagar los teléfonos durante nuestros momentos a solas, por ejemplo.

El gran problema es que aguantamos tantas ocasiones esos detalles que no nos gustan sin comunicarlo y cuando explotamos, en vez de decir las cosas para mejorar, lo que hacemos es empeorarlo, pues no lo diremos de la forma en la que nos gustaría.

 

Espero que estos consejos te ayuden a discutir de una forma sana con tu pareja. Si los pones, déjanos en comentarios tu experiencia.

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María Cartagena

La psicología ha sido desde el principio una devoción sin la que no imagino mi vida ni la de los demás, puesto que es algo que siempre nos ha acompañado, nos acompaña y lo hará en un futuro. La Psicología es la ciencia que estudia al ser humano con unos ojos científicos, pero con un “alma” pasional.

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