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ogo-blog-un-pedacito-de-psicologia¿No te pasa que te sientes triste, desmotivado/a y sin ilusiones sin motivo aparente? Que todo cuesta un poco más, que da igual que sea viernes y llegue el fin de semana o que haga sol, no hay mucho que te saque la sonrisa y las ganas. Eso te puede estar pasando por la fatiga pandémica que estamos sufriendo a nivel mundial.

Llevamos un año de pandemia, mucho tiempo de restricciones, confinamientos y medidas preventivas (obviamente necesarias para la batalla contra el covid), que están haciendo que nos apaguemos a medida que va avanzando el tiempo y vemos que seguimos “igual”.

La pandemia nos está afectando a nivel laboral, social, familiar, sentimental, etc. Tanto que poco o nada en nuestra vida sigue igual de condiciones que antes de que el virus llegara a nuestras vidas hace un año y pico.

¿Qué podemos hacer para vencer la fatiga pandémica? Sigue leyendo.

¿Qué es la fatiga pandémica?

La fatiga pandémica es el cansancio acumulado derivado de la alerta y consecuencias que supone un virus, en nuestro caso el SARS-CoV-2 (covid-19).

Este término ya ha sido avalado por la La Organización Mundial de la Salud (OMS)  y afirma que puede llegar a tener graves consecuencias a nivel tanto individual como colectivo.

Hablamos ya no solo de consecuencias a nivel de salud física, sino a nivel de salud mental. Estamos viviendo una segunda pandemia paralela, una que tiene que ver con emociones, con depresión y ansiedad.

Es notable que este cansancio es muy superior actualmente de lo que era a principio de la pandemia, e incluso que al final del primer confinamiento: llevamos mucho acumulado y cada vez cuesta más ver el futuro con optimismo y levantarnos con motivación.

Se dice que este problema de fatiga pandémica está afectado más a los más jóvenes, quienes por edad están más necesitados de vida social y poder relacionarse o tener libertad de explorar el mundo (sobre todo los adolescentes). Esta población joven se ve inmersa en un mundo con numerosas medidas y reglas que hacen que su frustración crezca, y ellos están menos preparados biológica, social y educacionalmente para ello.

Los adultos tienen la vida algo más resuelta o, por vivencias a lo largo de su vida, son capaces de asimilar la situación de una forma diferente, adaptarse más al cambio y no ver tanto catastrofismo por el hecho de no relacionarse tanto socialmente.

También puede deberse a que este virus parece causar estragos mayores en la población más envejecida que la más joven (eso no quiere decir que los jóvenes estén fuera de peligro, por supuesto), por lo que la percepción del riesgo es menor.

Eso sí, no debemos dejar a un lado ni menospreciar que a los más adultos les está afectando más económicamente que a los más jóvenes, al tener más responsabilidades y gastos que no pueden obviar por tener propiedades, alquileres, empresas, y un largo etc.

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¿Por qué sentimos fatiga pandémica?

Llevamos mucho tiempo con esta situación y no vemos un final que nos ayude a aumentar nuestra motivación, es lógico que estemos viviendo la fatiga pandémica. No vemos el fin de todo esto y la incertidumbre es nuestro pan de cada día.

Hablamos de ver cómo tu futuro cada vez es más incierto, cómo todo por lo que has trabajado en el pasado o desaparece o está en grave peligro y todos nuestros planes establecidos caen y no sabemos si algún día podremos recuperarlos.

Hemos estado teniendo pequeños momentos de alivio durante esta pandemia, pero suponen un paréntesis, porque más tarde las restricciones vuelven a imponerse al empeorar la situación en esos breaks.

Además, ya no contemos la frustración que existe cuando apreciamos que muchos no siguen las normas y reglas establecidas, poniéndonos más en riesgo. Esa sensación de impotencia puede hacer que nuestra paciencia caiga en picado, pues vemos que unos nos reprimimos para que otros se lo salten y hagan cosas que quizá nos apetecería hacer y, por respeto a nuestro entorno y a la población, no realizamos.

Son muchas ya las restricciones que tenemos ahora y tememos las futuras (ya no hablemos de la hipervigilancia para evitar el contagio, cosa que también es agotador), aunque sepamos que es, sobre todo, para nuestro bien.

Estas restricciones que comentamos también están haciendo mella en las empresas, haciendo que sus propietarios se sientan desamparados viendo sus negocios al borde del cierre. Obviamente ver cómo pierdes todo aquello por lo que has trabajado tanto duele y más si no percibes una ayuda por parte de quien te cierra, sin que puedas oponerte.

Añadimos a todo lo anterior (y probablemente se me pase algo más), que todas estas privaciones y medidas están haciendo que nuestra sociedad caiga en una tristeza colectiva (de ello ya hablamos en este otro artículo). Sin quererlo, esta pandemia está castrando parte de nuestras emociones, sobre todo las positivas. Nos estamos retroalimentando en la negatividad y contagiando a otros, sin quererlo.

Tampoco podemos vernos parte del rostro con las mascarillas, perdemos mucha comunicación no verbal, nos debemos mantener a distancia y no tener contacto físico (cosa que es tan importante para el ser humano y costumbre en nuestra cultura),…

No es de extrañar que actualmente se estén dando casos de mayor violencia, nerviosismo e irritabilidad pues, ante una amenaza, tenemos dos opciones: vivimos con miedo y buscamos escapar o evitar esa situación; o nos enfrentamos y defendemos con enfado, agresividad e ira.

Y, no menos importante, este nerviosismo, estrés e inquietud que todo lo comentado provocan que nuestro sistema nervioso esté activado  más intensamente y más tiempo de lo normal, por lo que repercute en nuestro en forma de fatiga física y mental.

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Síntomas de la fatiga pandémica.

Los datos de la OMS lo confirman: más del 60% de la población está sufriendo de alguna forma esta fatiga pandémica.

Algunos de los síntomas de este cansancio pueden manifestarse de las siguientes formas:

  • Bajar la guardia a la hora de protegerse o proteger a los demás: al estar cansados nos estamos relajando con algunas medidas y quizá no cuidamos tanto la higiene (lavarse menos las manos, no cambiar tanto la mascarilla,…), por lo que puede aumentar la probabilidad de que nos contagiemos. Puede que, incluso, incumplamos algunas de las restricciones o normas.
  • Difusión de la responsabilidad: nos sentimos menos responsables de las cosas que ocurren (aumento de contagios, por ejemplo), percibiendo como algo global en lo que no tenemos control ni capacidad de hacer nada para cambiarlo (y en realidad sí contribuimos a ello).
  • Enfado y/o irritabilidad: podemos enfadarnos por cualquier cosa y de forma desproporcionada, no dejamos pasar tanto las cosas como antes. Por lo que es más fácil hacer el uso de la agresividad verbal o física que en una circunstancia normal. También aumenta la falta de tolerancia a la frustración.
  • Ansiedad: por no contagiarse, por no contagiar a otros, por el futuro, por el trabajo,…
  • Tristeza y desmotivación que parece que no termina de irse.
  • Todo cuesta un poco más que antes y nos falta energía a la hora de hacer cosas.
  • Falta de concentración en lo que hacemos y aumento de la distracción.
  • Procrastinamos, posponemos cosas que podríamos hacer ahora.
  • Nos cuesta disfrutar de aquello que antes nos hacía sentir bien.
  • Falta de satisfacción por lo que hacemos, por nuestra vida actual o pasada y predicción de la futura en tono negativo.
  • Miedo por nuestro futuro, sobre todo los adultos tempranos (universitarios).
  • Mayor sensación de soledad, aunque realmente no estemos “solos”. Al estar a distancia, tenemos la falsa sensación de no tener ni importarle a nadie.
  • Negativismo contagioso que sentimos y transmitimos a los demás, haciendo que se extienda la tristeza colectiva que comentábamos antes.
  • Aumento de sobrepeso, enfermedades y problemas de salud físicas derivadas del sedentarismo.
  • Bajada de libido. Tanto la tristeza como la ansiedad puede provocar una bajada en el deseo sexual.
  • Problemas reproductivos. En las mujeres pueden darse casos en los que cuesta más ovular y poder quedarse embarazadas o, lo que es peor, sufrir abortos espontáneos (lo que aumenta la tristeza, “Tristeza tras un aborto”). En hombres, se podría producir una disminución en la calidad seminal.

Estos son algunos de los síntomas, los más sobresalientes. Es posible que te sientas identificado/a con varios de ellos, por lo que, a continuación, te doy consejos para que puedas aliviar esa fatiga.

¿Qué puedo hacer frente a la fatiga pandémica?

Lo primero que hay que saber, para poder cambiar la situación y hacerle frente a la fatiga pandémica, es saber que puedes tener el control de tus emociones.

Quizá no podamos estar al 100% como en una situación normal, sin pandemias, pero puedes encontrar gran alivio con los consejos que te traigo a continuación.

  • Aceptar la situación: la pandemia es una realidad y la estamos viviendo, no es un paréntesis en nuestra vida, sino es algo que ha llegado para transformarla en parte (puede que temporal o definitivamente). Por ello, debemos hacer planes en presente, adaptados a lo que se pueda hacer y olvidarnos del “cuando esto termine” para hacer cosas.

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Sobre todo, realiza cosas que te hagan sentir bien, más que sean productivos.

  • Rompe con tu vida anterior: tu vida ahora no puede ser la de antes y es posible que nunca vuelvas a tenerla. Si nos centramos en lo que fue y nos cerramos a la idea de adaptarnos a la “nueva vida”, viviremos frustrados por no poder volver a atrás. Esto no quiere decir que no puedas tener una vida parecida a la de antes.
  • Piensa en ti como una prioridad: cuídate mucho. Haz ejercicio, vístete como te apetezca, cuida tu higiene, come sano, duerme las horas necesarias, mímate,… Ahora eres lo primero y así debes actuar.
  • No pierdas tus vínculos sociales. No te aísles, sigue manteniendo contacto con tus amigos y familia aprovechando las redes sociales y las tecnologías.
  • Cuida la forma que tienes de pensar y no te sobreexpongas a información negativa. Dosifica la información negativa que recibes: telediario, noticias,… Pero tampoco trates de ser híperpositivo/a, no te presiones si no te nace.
  • Cuida de tus emociones. Expresa lo que necesites y de la forma que necesites (siempre que no afecte a otros). Debemos aceptar que las emociones que sentimos son normales, es normal y lógico estar más apagados ante esta situación y nadie te lo puede prohibir. Lo que sí te digo es que, si notas que esas emociones negativas se alargan en el tiempo y son tan intensas que te bloquean, acudas a un profesional de la psicología para que te ayude.
  • Realiza actividades y planes agradables, que te hagan sentir bien. Esto ya lo hemos comentado en el primer punto, es necesario que hagas cosas que te desconecten de lo que ocurre y te reconforten. Aunque al principio puede que no te apetezca y debas obligarte, verás como al final te resulta muy satisfactorio.
  • Descansa mucho y permítete el no hacer nada (el tiempo improductivo). Si te pasas todo el día haciendo cosas y al final del día no te apetece hacer nada, no lo hagas. Esto siempre y cuando realices otras cosas, no vale no hace absolutamente nada todo el tiempo.
  • Vive el presente, ya iremos viendo el futuro. Ahora es momento de “sobrevivir”, con respecto al futuro poco a poco se irá aclarando todo.

Vivir fatiga pandémica es normal dadas las circunstancias, espero haberte ayudado con estos consejos a que mejores tu calidad de vida actual.

Sí que me gustaría saber, qué es lo que más te ayuda a sobrellevar el día a día. Compártelo con nosotros en comentarios.

María Cartagena

La psicología ha sido desde el principio una devoción sin la que no imagino mi vida ni la de los demás, puesto que es algo que siempre nos ha acompañado, nos acompaña y lo hará en un futuro. La Psicología es la ciencia que estudia al ser humano con unos ojos científicos, pero con un “alma” pasional.

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