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Desde que hace un mes saliera la noticia del coronavirus en Wuhan, no hay día que no sea noticia por un nuevo contagio o muerte. Ha ido expandiéndose con rapidez por todo el mundo, de país en país, incluida España. Y con ello, también algo igual de contagioso: el miedo.

A diferencia del coronavirus que se contagia mediante las vías respiratorias, el miedo se contagia por muchos más medios: vía lectora, auditiva y audiovisual. Además, no tiene distancia de seguridad.

Cuando el ambiente se ha contagiado de miedo es muy difícil distinguir la prudencia de la cobardía.

El miedo es un componente peligroso si no se usa adecuadamente como en este caso. El mundo entero está inmerso en una especie de histeria colectiva, de pánico mundial. Y lo peor es que el miedo al contagio provoca colapsos que podrían ser evitados.

Consecuencias del miedo al contagio.

Desabastecimiento de supermercados.

Se están viendo como supermercados desabastecidos porque la gente compra compulsivamente y en cantidades que ni en un mes gastarían.

En el epicentro de la enfermedad, es comprensible la prevención de alimentos y quedarse en casa para evitar el contagio. Estoy hablando más bien de lugares donde la gente se está dejando llevar por el miedo al contagio extremo.

Desabastecimiento de mascarillas y desinfectantes.

Lo mismo ocurre con las mascarillas y los productos desinfectantes. Al haber colapsado el mercado mundial de estos dos productos, se hace prácticamente imposible encontrarlos y los que aún quedan, a precios desorbitados. Esto es lo que provoca esa histeria colectiva, ese miedo al contagio.

Esto es un problema bastante importante, ya que hay personas que dependen de esas mascarillas para vivir, antes de la aparición del virus. Y es consecuencia directa de esta histeria colectiva.

Si lo pensamos fríamente, para que gente por precaución extrema tenga en su casa o en el bolso cajas de mascarillas sin usar, hace que otros no puedan ni salir de sus casas porque no tienen esas mascarillas que probablemente jamás sean utilizadas.

Racismo ante la comunidad china.

Es algo de lo que está ocurriendo en distintos países. El miedo al contagio está derivando en un racismo hacia la comunidad china por ser donde se originó la enfermedad. Estamos viendo como hay campañas para no ir a los establecimientos chinos, para que no vengan de turistas, incluso cambiarse de acera al cruzarse con alguno.

Por ello, la asociación de jóvenes chinos de Francia iniciaron un movimiento en redes sociales con el hashtag #NoSoyUnVirus.

Resulta alarmante con la facilidad que se señala y condena a un colectivo. Visto lo visto, no hemos avanzado mucho de aquellas sociedades retrogradas donde se pedían por ejemplo quemar a las que consideraban brujas, simplemente por miedo a lo desconocido.

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¿Por qué tenemos tanto miedo al contagio?

Está claro que el coronavirus tiene todos los ingredientes que favorecen la propagación del miedo entre las personas: Es un tema de salud, es algo desconocido y hay mucha desinformación sobre cómo se produjo ni cómo curarlo.

El miedo no se puede poner en cuarentena y se propaga más rápido que el propio coronavirus.  Es difícil mantener la calma en esta situación que estamos viviendo. El miedo es una emoción innata que reacciona ante peligros reales o imaginarios. Pero cuando es real, se impone a la razón.

En estos casos, la parte del cerebro racional queda en un segundo plano y nos dejamos llevar por las emociones y los instintos.  ¿Por qué ocurre esto? Para que la razón se imponga sobre cualquier emoción necesita un tiempo y las circunstancias extremas no suelen otorgarlo. Por ello, es necesario, pararnos a pensar y no dejarnos llevar por el pánico.

Tenemos que partir de la base que el miedo es una emoción, y usada incorrectamente, se convierte en una  emoción negativa.  La manera de combatir las emociones negativas es imponer otra emoción positiva más fuerte, que esté basada en razonamientos e informaciones creíbles sobre la reducción del peligro.

En este caso, sobre lo que nos podemos apoyar racionalmente para combatir el miedo al contagio es basarnos en el bajo índice de mortalidad de este virus, que es mortal en personas con otras patologías anteriores o mayores y que se está trabajando desde distintos países para lograr su cura lo antes posible.

Si quieres saber más sobre el miedo, lee este interesante artículo: https://psicologosvalencia.net/miedo/

Consejos para no entrar en pánico.

No dejarse llevar por la histeria colectiva: Nada nos puede garantizar el contagiarnos. Llegado el momento que fuera así, hay un protocolo de actuación médica y sería el momento de preocuparnos y actuar. Mientras, vivir con miedo a que ocurra algo, miedo al contagio, es no vivir.

Utilizar este miedo como herramienta para motivar rutinas de autocuidado razonables. En estos momentos lo que sí podemos hacer es aquello que las autoridades recomiendan: lavarse muy a menudo las manos con jabón, toser o estornudar en el antebrazo y evitar el contacto en los saludos.

Valora la situación real: si has estado expuesto o no a personas que lo tienen. Si la respuesta es negativa, no le des más vueltas. En caso afirmativo, acude a un centro de salud para que te hagan las pruebas correspondientes y descarten si lo tienes.

Sigue con tu rutina: Haz las cosas que hacías antes y sólo cuando los expertos digan que no se puede hacer algo, entonces actúa. Puedes seguir yendo al trabajo, en autobús o a centros comerciales. No permitas que el miedo al contagio delimite tus movimientos.

No excluir a nadie sin un motivo real: Piensa que a ti no te gustaría sentir rechazo por tu raza, género ni condición sexual. Sigue aplicándolo y no discrimines a nadie. El virus no se concentra en un determinado colectivo, cualquier persona puede contagiarse.

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Evita transmitir miedos: ya sea en el trabajo, en casa o con los amigos.  El desconocimiento puede provocar que las conversaciones se dirijan a la parte más negativa y alarmista del problema y crear esa agitación emocional o histeria colectiva.

Mantente informado/a pero de fuentes científicas y verídicas: La sobreinformación nos puede saturar pero además si es falsa, las llamadas fake news, puede crear un caos colectivo innecesario. Ten en cuenta que se difunden con mayor facilidad las noticias alarmistas y que propagan el miedo, por ello hay que tener cuidado con la información que recibimos y creemos.

Los datos no mienten, básate en ellos: la tasa de mortalidad de este coronavirus es del 2%, mientras que la gripe común está entre el 10% y 20%. Sin embargo, estamos mucho más preocupados por contagiarnos del primero que del segundo, aún teniendo mayor índice.

Presta también atención a la prevención de otros problemas: de nada sirve que estés preocupado/a por no contagiarte del coronavirus y olvides ponerte el cinturón de seguridad o conducir bajo los efectos del alcohol. Tampoco tiene sentido que te preocupes por ponerte la mascarilla pero no un preservativo para prevenir ETS. Hay que ser coherente en todos los sentidos.

Para tranquilizarnos…

Te dejo este vídeo tranquilizador de Pau Mateo, médico español que vive y trabaja en Piacenza, una de las ciudades más afectadas por el coronavirus.

https://www.youtube.com/watch?v=7K5jFb6B__g

Todas las prevenciones para evitar el contagio son necesarias, pero sin perder la calma y atendiendo a los consejos de las autoridades. No hay que caer en los alarmismos ni creer las falsas noticias, porque lo único que se propaga con ello es el aumento al miedo al contagio y a la histeria colectiva.

Lo mejor que se puede hacer es darle normalidad a esta situación y continuar con nuestras vidas, realizando únicamente las precauciones necesarias. El coronavirus no es más peligroso que una gripe común. Por lo que hay que realizar las mismas acciones preventivas pero sin excedernos en extremismos innecesarios.

¿Qué opinas sobre la extensión del miedo sobre el coronavirus? Puedes comentarnos abajo las situaciones que estás viendo y/o viviendo.

Lorena Honrubia

“Desde que tengo uso de razón, me he dedicado a la ayuda de las personas que lo necesitaban, dentro de mis capacidades, tanto a personas de mi entorno como a desconocidas. Esto fue lo que me impulsó a dedicarme a la psicología. Para mí ha sido una gran satisfacción poder convertir esa vocación en mi profesión. "

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